viernes, 2 de enero de 2009

Recomendaciones acerca de ese momento en que estás por tomar una decisión sobre aceptar o rechazar un proyecto o propuesta.

Primero lo pensás unos días, si podés subirte a un micro e ir a alguna parte a tomar distancia mejor, si no con un balcón o una terraza por la cual corra algo de aire será suficiente.
Es recomendable no pensar en eso, en el tema en cuestión, sólo estar en otro lado y hacer alguna cosa que surja espontánea como patear un envase de Cepita vacío que alguien tiró al suelo por mal educado. Distenderse, respirar, si hay auriculares con música mejor, si no no importa. Mirar hacia el cielo es fundamental, mirar y pensar al mismo tiempo lo siguiente: ¿qué carajo tengo ganas hacer yo en este mundo? aparecerán muchas opciones de respuestas, necesariamente habrá que elegir una. Todos tenemos un plan que tenemos ganas de realizar pero la realidad lo hace difícil, sin embargo es eso, ese plan es la respuesta y a partir de ahí se despliegan todas las decisiones que habrá que tomar para llevar a cabo eso. Y ahí frenar. No vale engañarse, aceptar la respuesta que nos hace bien, la de verdad, la mejor de todas, la posible. Y ahí frenar. Después de eso es recomendable volver a la rutina, y unos días más tarde responder, llamar por teléfono, encontrarse con quien sea que haya que hacerlo y decir la verdad. Si el proyecto o propuesta no es parte de tu plan, no suma y lo pone en riesgo la respuesta será no, y será difícil pero necesaria, y si por el contrario, sí suma, acompaña tu plan, abre más caminos, tiene que ver con lo que sos y con lo que querés hacer la respuesta será si, y será más lindo responder eso. Lo que es seguro es que después de haber dado una respuesta sincera, la sensación de bienestar te vendrá a visitar. Después de eso comer un buen sandwich de milanesa o de jamón, queso, tomate, mayonesa y matambrito cortado fino me parece un buen final para cualquiera de los casos, eso será a elección. Puede ser una galletita con dulce de leche, o un agua, lo que sea que pueda cumplir la función de premio por haber tomado una decisión valiente, que no es poco.